13 de mayo de 2012

La cuesta de Jabonería (5ª parte)


Siempre he pensado que el tipo que ha de lucir el coro tiene que ir lo más ajustado posible a la filosofía y al nombre del coro. Esto a veces se complica y hay algunos autores que no dan con la tecla porque deciden primero como han de ir y luego le ponen nombre. A la hora de escribir no saben por donde coger ni que decir. Para mi es al revés, decides lo que quieres decir, el mensaje que ha de tener el coro y luego piensas en el tipo y nombre.

La ropa de Los últimos de Filipinas fue cosida por Pepi, la señora de Tomás Sanguino que hizo un buen trabajo y muy barato. Un día que terminamos el ensayo de la cuesta en el Náutico acabamos como casi siempre en la Peña Los Dedócratas. Entre botellín de agua, conversaciones y risas oigo a mi compadre hablando con Tomás Sanguino y le estaba encargando que su mujer hiciera cuarenta camisas blancas con puños vistosos, chorreras y otras horteradas. No me imaginaba yo a los cuarenta gitanos vestidos iguales y con esas camisas más bien de traje corto. Además,  me extrañó mucho aquello porque mi compadre sabía cómo eran los gitanos de Santa María ya que este coro era una especie de homenaje a su infancia y a su señora Madre doña Isabel (q.e.p.d.). Así que no tuve más remedio que intermediar y decirle a Tomás que no encargara nada. A mi compadre le dije que me dejara a mí con el tipo que yo lo tenía claro.

La primera conclusión que saqué es que en Santa María no hay dos personas que vistan igual, a no ser que sean dos carajotes. Con esa conclusión me compuse un esquema en donde cada uno de los coristas, dependiendo de sus cuerpecitos, iría de una u otra forma. Unos en camisa abierta y otros con chaleco. Unos con chaqueta y otros con guayaberas. Luego iba aplicando gorros, pañuelos, bastones, etc., pero siempre como digo dependiendo de la fisonomía de cada uno.

Me dispuse a buscar toda la vestimenta y dejé una habitación de Sagasta casi vacía para ir colocando en la pared con perchas cada elemento de vestir que compraba. Jose Alejo me comentó que tenía un amigo gitano que se ponía en el piojito de San Fernando que vendía trajes pasados de moda. Así que un jueves fuimos los dos a la Isla a buscar el puesto del gitano. Este hombre tenía allí colgado un montón de trajes que no vendería en la vida, superantiguos. Yo al verlos fui mentalmente componiendo la vestimenta de algunos del coro. Allí tenía el gitano lo menos treinta trajes y elegí uno para preguntarle: ¿José, cuanto sale este? Y me dice José "ocho mil pejeta", y le pregunto de nuevo a José ¿y si me llevo los treinta trajes?, ese hombre se levanto de la silla y se le puso los ojos como los de mi amigo el Willy. Todo nerviosito dando muestras que no había vendido un traje en unos pocos de meses. Y me dice el gitano con mucha gracia "te los dejo cada uno en cinco mil y ya estoy yo con mi mujer en la venta Vargas celebrándolo". Cuando el gitano vio las ciento cincuenta mil pesetas dio como tres o cuatro vueltas al puesto. Jose Alejo y yo cogimos los trajes y nos despedimos del gitano. Que por cierto me volví un momento para preguntarle si tendría, por si acaso, algún traje más y el gitano ya había cerrado el puesto. Las Guayaberas se compraron en Vicente del Moral, y el resto de complementos los fui adquiriendo por Cádiz según iba viendo.

El tipo de de La Cuesta de Jabonería, eran auténticos trajes gitanos 
A la hora de probar los trajes a la gente, yo llamaba a mi casa a un componente y le probaba un traje. Que la chaqueta no le estaba bien, le ponía entonces la chaqueta de otro traje pero con el pantalón del otro. De esa forma fui consiguiendo la diversidad de colores y formas que me dieron la imagen que yo tenía de los gitanos de Santa María. Ese Antonio Carlo con la Guayabera y su bastón, con ese bigotito, ¡clavao! El Maera con su abrigo y la mascotita. Perico con su traje gris y su camisa blanca con las solapas por fuera y esa medalla del Nazareno en el pecho. Mi hijo con camisa roja y chaleco… en fin todo un comecoco, pero no iban dos iguales.

El problema tenía que surgir claro, no iba a ser todo tan fácil. Llegaron a mi casa Juan Pastrana y Paco Reyes, ¡ay esná! No cabían en ninguno de los trajes, ni Guayabera, ni chaleco ni ná de ná. Les tuve que hacer un traje a medida en el sastre que había en la calle Solano entrando por Sagasta. Que por ciento me costaron un pastón los dos, pero por no escucharlos daba yo hasta lo que no tenía. Con los pañolitos de lunares que encargué fui componiendo la imagen del coro y un día en los ensayos todos colocados en su cuerda y en su sitio fui dando pañuelo, bastón, gorro… hasta que quedó como yo imaginaba que debía quedar.

Las medallas del Nazareno y su cadena, los anillos (que cuando te los quitaba tenía el dedo verde) y los relojes de oro los trajo Francis ya que el padre tenía una Joyería y nos puso un precio muy enrollado. Así se complementaba del todo el tipo y cuando vi la imagen de todos vestidos con sus mascotas, sus medallas, bastones, chaquetas, abrigos etc. Me dije "la liamos en el Falla".

Fue un trabajo duro e incómodo pero se consiguió lo que quería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario