Llegó la noche del Ensayo General de la chirigota y el coro. Los componentes del coro se comportaron de categoría, ya que cumplieron las órdenes dadas de no traer a familiares ni amigos, porque en caso contrario, con la familia y amigos de la chirigota, no cabríamos en el club Náutico.
A la hora acordada allí estábamos todos los componentes de los dos grupos. Los familiares y amigos de la chirigota debidamente acomodados y los componentes del coro repartiendo un vasito de vino para ir calentando un poco el ambiente. Pero Juan Carlos Aragón no aparecía, cosa extraña. Todos miraban el reloj como esperando que aquello comenzara. Otro vasito, la charlita, la risa, que si pacá que si payá. Pero Juan Carlos Aragón ni pelos ni señales. Los que estaban sentados se movían en los asientos como incómodos de llevar tanto tiempo esperando. Yo que tampoco soy de esperar, porque entre otras cosas malas llego a mi hora a los sitios y citas acordadas, me salí del local y me fui a la puerta del Club. Cuando me dio por mirar a la peña de Enrique el Mellizo vi a Juan Carlos en el mostrador bebiéndose un botellín de agua, como el que no tiene prisa por nada. Me encendí claro, y allí me dirigí a ver que le pasaba a este tío tan raro. Y le pregunté ¿quillo Juan tu no habías quedado conmigo en el Club Náutico a las diez de la noche? Y me contesta: “si, pero empezá ustedes”. O sea que encima que le brindo el local, las sillas, el vasito pa su gente…. Encima de teloneros, “que va tío, esto no es así”, “no picha, quedamos que haríamos un ensayo de convivencia entre los dos grupos. Así que si no vienes ahora mismo pongo a la gente en la calle”. Está claro que se venía para el local de ensayo.
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Juan Carlos Aragón compartió, ese año, ensayo general con La Cuesta de Jabonería |
Y por fin empezamos y disfrutamos, que nadie en ese momento podría pensar que ensayaban dos primeros premios. La gente se lo pasó en grande y desde ese momento se acabaron las convivencias y otros inventos de este tipo.
Después de aquel ensayo corrieron las voces que el coro iba mejor que el año anterior y empezó el problemita de tener que poner mala cara y decir que no muchas veces, porque la gente quería asistir a un ensayo. Lo malo de esto es que yo decía que “NO”, pero es que había gente que ya venía invitada.
Unas de las cosas por la cual no me gusta ver a gente en los ensayos es el tema de la originalidad de las letras. No sé, pero creo que los que están en los ensayos a destiempo son gente aburrida que tienen por fuerza que asistir a los ensayos que ellos quieran. Y además tienen toda la pinta de darle al pico y hablar al día siguiente de lo que oyeron en el ensayo de anoche.
El caso es que después de un ensayo general se sacan conclusiones y como hay tiempo pues se corrigen ciertos fallos que se suelen cometer. Sobre todo en letras y algunos cortes en el popurrí que conllevan peligro de desafino. Por eso me gusta que después de este tipo de ensayo quedar solo con el coro y trabajar para corregir. Venía bien un ensayo con gente porque el tono de todo el repertorio era alto y siempre viene bien de darle caña a la gente y cantar el repertorio entero para ver la capacidad de fuerza del grupo.
El coro estaba preparado, se notaba la caña que se había dado en los ensayos. La gente respiraba en los mismos sitios. Y sobre todo se perfeccionó mucho los gorgoreos ya que íbamos de gitanos y esto tenía que salir como si lo cantaran cantaores flamencos.
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