Después del éxito del 98 y la experiencia vivida con Los últimos de Filipinas nos propusimos seguir por la senda de seguir sacando coros frescos pero con el sabor añejo de los coros de antes. Para ello, como fundamental, teníamos que mantener la forma de afinar que llevé el año anterior, en donde debíamos seguir procurando la claridad y perfección en la ejecución de la voz primera para sacarle a oído la voz de segunda, que dicho sea de paso siempre he pensado que es primordial para conseguir la armonía necesaria para que el coro suene a Cádiz.
El coro La cuesta de Jabonería, con pocos componentes pero con grandes voces |
Otra de las cuestiones era el grupo y el número de componentes. Pensé que la batea no podía ir rellena de gente sin cantar por tapar los huecos existentes, por lo que decidí aumentar el número de voces y aumentar no solo el grupo sino también la potencia. Está claro que si sacas un coro como Los últimos de Filipinas, al año siguiente tienes un montón de gente queriendo entrar en el grupo. Así fue, pero hubo que decir "No" a mucha gente. Había que atinar muy bien en los fichajes para aglutinar bien el grupo que ya había. Sobre todo, porque si echo a dos borrachos y a tres malajes, no voy a meter a gente parecida por muy bien que cante. Además para malaje ya teníamos a uno que no lo eché porque me daba pena de sus hijos, pero malaje tenía y sigue teniendo un montón.
En la calle Muñoz Arenillas tenía Chico Rosado un Pub que se llamaba El Lavaero y allí tuve el gusto de conocer a Miguel Larran y Serafín Pérez que salían en carnaval y que tratándolos poco a poco los fuí conociendo. En ese verano del 98 se convirtieron en fichajes del coro y hasta le fecha ahí están, por lo que ya está amortizada la millonada de ambos fichajes.
Del coro de La viña se vinieron gente conmigo que ya me conocían de antes, desconocía que pasaba en ese coro tan querido en Cádiz pero mi experiencia allí vivida me decía que era lo mismo de siempre, así que no hubo reparos en admitir a gente como Pedro de Los Reyes, o como José Manuel Pedrosa, que ambos habían sido directores de dicho coro. Nuestro grupo fue tomando la forma que yo exigía con gente comprometida, aficionada, seria y que al mismo tiempo cantara por derecho o tocara más que aporrear.
Mientras yo me dedicaba a potenciar y a mejorar el grupo, con mi Compadre Zamora trabajábamos la idea de ir de gitanos de Santa María. El tango nació de nuevo a final de verano y se podría decir que más fuerte en su tonalidad y ciertas notas que el del año anterior, que era mas meloso y pausado. Hacía falta más fuerza y garra en las notas del tango ya que el coro iba a ser un coro con filosofía reivindicativa y de claras denuncias públicas de la situación de la vivienda y el trabajo en Cádiz. Podría decirse que el dúo de autores ya estaba compenetrado y que Zamora respondía fácilmente a mis peticiones cuando le sugería cambiar una nota aguda por una grave, o viceversa. Nunca por capricho, siempre con un fundamento estable de quien debía luego escribir los tangos.
Cuando el tango estuvo listo para sacarlo del horno y empezar a disfrutarlo, digamos que tenía yo completado el grupo que luego debía de entregarse en cuerpo y alma por defenderlo. Así que solo tuve que marcar una fecha de inicio de los ensayos.
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