3 de mayo de 2012

La Cuesta de Jabonería (2ª parte)


Aparte de los mencionados en el capítulo anterior, llegaron desde la Peña Los Dedócratas: Manolo Cornejo, Juanito Aragón y José Luis Rodríguez. Los tres potenciaron la cuerda de segunda además de ser gente disciplinada en los ensayos que ya conocía de cuando hice el coro de la Peña Moros y Cristianos. Y para la misma cuerda también llegó Manolo Péculo que había salido anteriormente en La Salle Viña.

Faly y Quico Zamora con el poeta Pedro Romero
El tío más directo que conocía, hasta ese momento, fue Juan de Dios Buceta Rendón que conocía de parar en La Copla de Paco Rosado y que una noche me dijo: "yo quiero salir en tu coro". Así de fácil. Juande, que así le llamamos, entró en el coro y el primer día paró un penalti que le hizo merecedor de estar allí y de seguir cuanto él quiera. Cuando se incorporó una noche a los ensayos lo presenté, como es habitual, y le dije a la gente "ñores este tío es Juande" y el amigo Antonio Carlo preguntó: ¿Juande qué? A lo que Juande contestó del tirón: "Juan de Bóer". Y claro, gran carcajada, empezaba bien la cosa para este gran corista que pasó tres años en chirigota callejera, y pasó a un primer premio de coros.
De La Salle Viña llegó José María Giraldez Repiso que empezó conmigo en el coro Al Ataque y que, como sabía que era un tío comprometido, me traje al coro para elevar la calidad de las bandurrias. También se vino Manolo Camacho, que me dijo que en la Salle tenía que pagar y en mi coro no se pagaba y que por eso se venía. ¡Pura afición vamos! Sergio Reyes no traía mucho currículo, pero era amigo de Carlos Zamora y con eso suficiente. Sergio cantaba y tocaba la guitarra de gran categoría. Además se portó perfectamente y creo que lo pasó bien. Pero no quiso seguir y le bastó con La cuesta… para conocer los entresijos de un coro. También acabó en La Cuesta de Jabonería, Daniel Ortega Ponce que entró en Los últimos de Filipinas y se aprendió la bandurria porque era lo que más falta hacía. Creo recordar que por temas de estudios tuvo que dejar nuestro coro después de los gitanos.

Faly Padre, con Faly Hijo, en el año de su debut en las tablas del Falla.
Digamos que de puro derecho, mi hijo Rafael María Pastrana se quedó en el coro ya que estuvo participando en Los últimos de Filipinas pero sólo en la calle, demostrando seriedad, compromiso y saber de lo que iba la cosa.
En aquel año, teniendo en cuenta la poca historia que tenía el coro, el grupo quedó muy redondito y compensado en todas sus cuerdas. Hubo que hilar muy fino y seleccionar a gente que ya conocía, porque imaginaros a uno que quería entrar y le pregunto ¿y a ti que te gusta de este coro? Y me contestó "la cocina de la batea". Hasta hace tres años me ha estado insistiendo en que le metiera en el coro. Por supuesto que ni caso.
Empezamos los ensayos en el mismo lugar que Los Últimos… los salones sociales del Real Club Náutico en la entrada de la punta San Felipe. Frente a la entrada está La Peña Enrique el Mellizo y allí quedábamos los que llegamos temprano a los compromisos y nos tomábamos un vaso de calentamiento. Luego dentro del local de ensayo teníamos el vino de Don Miguel, de la calle Feduchy, que sabía a gloria y que algunos se quitaban la sed con él. El vino siempre lo pagábamos mi compadre y yo. Ese año fueron 365.000 pesetas y además se traía un jamón para que alguno se montara he hiciera la moto.

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